Sindicalismo y movimientos sociales

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Los sindicatos están en crisis. Su descrédito, su organización adaptada al modelo fordista y la transformación de su entorno obligan a su adaptación.
Un elemento clave en esta adaptación es la colaboración con los movimientos sociales.

Los sindicatos iniciaron un proceso de declive a nivel mundial a partir de la década de 1980 perdiendo afiliación y también influencia social, económica y política. Este declive se debe a una serie de transformaciones en los ámbitos laboral, económico y social que plantean retos para los que no se están dando respuestas adecuadas, su dificultad para captar personas jóvenes y para adaptarse al entorno actual.

Las cuatro fuentes de poder sindical son:

  1. Estructural: Derivada de la posición que ocupan los trabajadores sindicados.
  2. Asociativo, «voluntad para pagar»: Aportan recursos humanos y financieros.
  3. Organizacional, «voluntad para actuar»: Requiere un proceso de identificación con el sindicato y de procesos de participación para diseñar y asumir sus políticas.
  4. Institucional: Reconocimiento legal, empresarial, social, etc.

Los sindicatos tienen ante sí el reto de modernizar sus estructuras pues su  ecosistema tradicional ya no existe. En el nuevo ecosistema la pobreza laboral ya no se localiza en el empleo industrial sino en las micropymes, en las grandes ciudades y la economía de servicios de bajo valor añadido. La robotización y la individualización de la prestación laboral como en las plataformas restringe la socialización en torno al trabajo.

Hay otras fuentes que pueden ser una vía importante para la recuperación del poder y la influencia sindical en momentos de declive:

  • Moral: Representar los ideales de justicia social y compromiso con la sociedad.
  • Colaboración: Establecer alianzas con otras organizaciones, grupos, movimientos, etc. 
  • Estratégica: Utilización eficaz y eficiente de los escasos recursos disponibles.

Los sindicatos combativos están siendo más flexibles en su relación con los movimientos sociales y estableciendo alianzas con lo que se llama el sindicalismo social. Esta ampliación de horizontes desde lo estrictamente laboral a lo social junto con prácticas asamblearias puede reforzar su imagen de compromiso con la sociedad y ayudar a construir relaciones sociales alternativas basadas en el apoyo mutuo y la solidaridad.  Como anarquistas, nada humano nos puede resultar indiferente.

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