Principios de defensa armada

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Las raíces de la violencia hay que buscarlas en la desigualdad socioeconómica. Ningún sistema de vigilancia nos protegerá. El sistema policial protege a los ricos y nos disuade de resolver los problemas por nuestros medios. Para reducir la violencia hay que enfrentar sus causas.   

La violencia en Estados Unidos es paradigmática. Ni los llamamientos de los republicanos para que se aumenten las armas y la vigilancia policial, ni las exigencias de los demócratas para que se controlen más las armas, pueden poner freno a la situación. El problema es más profundo y global de lo que cualquiera de estos enfoques puede abordar.

Las desigualdades no han dejado de aumentar, junto con la violencia que ha cambiado sus formas y la represión policial. La desesperación resultante contribuye a que la gente actúe de forma violenta. La búsqueda de chivos expiatorios y la demagogia que surgen en esta sociedad tan desigual, temerosa y enconada hace que se multiplique esta violencia. 

La violencia se utiliza por los grupos reaccionarios para difundir la desinformación y el odio. Cuanto más descienda la sociedad a la violencia autodestructiva, más oportunidades habrá de culpar de esta violencia a “otro” (ya sea trans, izquierdista, indocumentado o negro) contra el que se requiere una fuerza cada vez más violenta y la autodefensa contra estos enemigos incluidos los refugios nucleares. Su base teórica es el llamado realismo de derecha.

El incremento constante de los servicios de seguridad y vigilancia no es capaz de atajar el problema; solo sirve para canalizar cada vez más recursos hacia la industria de la seguridad. En Estados Unidos la militarización de la policía no ha hecho nada para proteger a la gente de los tiroteos masivos. En Madrid se destapan agresiones y redadas de vigilantes del metro.

Lejos de lo que propugna en criminología el realismo de izquierdas, los grupos “progresistas” confían en la policía para hacer cumplir las leyes, olvidando que actúan de manera selectiva contra los más vulnerables de la sociedad basándose en todo tipo de prejuicios reaccionarios. La policía está desproporcionadamente involucrada en los movimientos de corte fascista incluso si no cuestionamos sus actuaciones durante el trabajo. Cuando la policía se muestra incapaz de evitar ciertas situaciones, su ineficacia se utiliza para justificar incrementar tanto sus efectivos como las peticiones de nuevos equipos y programas de formación policial. 

Una sociedad militarizada nunca será una sociedad segura. La policía existe para proteger a los ricos (y a ellos mismos); según aumentan las desigualdades la policía protege a menos personas. La función de la policía no es proteger, sino controlar. La coacción y el control no nos protege; no impide que nos hagan daño.  Otra función de la policía es disuadirnos de resolver los problemas por nosotros mismos, aplazando nuestra propia seguridad y la resolución de conflictos por las autoridades. No hay seguridad sin autodeterminación. Debemos conseguir dar forma a nuestra vida y definir cómo asegurarla. La solución estriba en abolir todos los mecanismos que crean estas desigualdades. Realmente estamos solos y debemos empezar a organizarnos en consecuencia, en lugar de poner nuestra fe en los políticos de cualquier partido y los vigilantes de cualquier condición; nadie nos protegerá de quién nos protege.

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