Llamarón crisis al colapso

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Tuvo que venir una pandemia para que muchas personas asuman que nada va ser como antes, que en realidad estaban subidas más a un deseo que a una posibilidad real.

Se consolida la idea de que toda la riqueza es para lo privado, para las grandes empresas. Por el cielo de nuestros barrios veíamos pasar aviones y en las televisiones nos mostraban cómo vivían “de Bien”, lxs que bien vivían. Cada tres por cuatro enseñaban las metrópolis y sus luces. La dependencia del alto consumo material y energético de nuestro sistema, el límite de disponibilidad de estos recursos y la falta de opciones marcan la inevitable quiebra de la civilización industrial.  Los distintos sistemas (ciudades, Estados, subjetividades, tecnología, economía) no colapsarán a la vez, sino que serán los elementos más vulnerables los que lo hagan primero y, a partir de ellos, se irá extendiendo el proceso mediante múltiples bucles de realimentación positiva. La desigualdad es estructural, ya que resulta imprescindible para el funcionamiento del capitalismo y, a la vez, constituye una consecuencia de su desarrollo. También es resultado de los modos de vida y de las infraestructuras construidas

Proyectar esperanza en el futuro, fruto de nuestro trabajo colectivo, es imprescindible para evitar una profecía autocumplida: esa que afirma que tras el capitalismo global solo está el fascismo.

A nosotrxs sólo nos queda la lucha. Seguir peleando por conseguir la Renta Básica de las Iguales, por generar relaciones, impulsar la comunidad, poner en valor lo comunitario y lo común, por los derechos de la clase trabajadora…

Es imprescindible avanzar en el control social de los medios de producción y en sustraer del mercado cada vez más actividades. Solo a partir de estas dos líneas podremos avanzar consecuentemente en la construcción de autonomía social, en capacidad de decisión y control democrático de los procesos básicos de la vida social.

(*) texto apoyado en Inguru Gaiak de EeA

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