El negocio de la guerra: Los que ponen las tiritas
Ya vimos los intereses, beneficiarios y estamentos que viven que viven de la guerra; en esta ocasión nos vamos a centrar en el papel de las ONGs y organismos estatales que se encargan de responder a sus consecuencias (especialmente los refugiados, intervenciones humanitarias y reconstrucción).
La novedad de las emergencias humanitarias después de la II Guerra Mundial es que generaron más atención de más personas desde distancias mayores que nunca. Esto se debe al discurso de la humanidad y la comunidad internacional, el significado geopolítico de los conflictos y el crecimiento de los medios de comunicación.
Las ONG atrajeron la atención inmediata a las situaciones de emergencia, ofreciéndose como salvadores, y descubrieron que los grandes desastres eran buenos para los negocios; era más fácil movilizarse en favor de extraños distantes y difícil justificar la indiferencia. 663 ONG dedicadas a la ayuda humanitaria aparecen en este directorio.
Muchas de las prácticas de las ONGs se han cuestionado por pasar sus prioridades de sus objetivos iniciales a la captación de financiación, el mantenimiento de su estructura e incluso el beneficio económico.
Los organismos humanitarios se presentaban como apolíticos y operando de acuerdo con los principios de imparcialidad, neutralidad e independencia. Las grandes naciones trataban el humanitarismo como un instrumento de su política exterior y económica; las desgracias masivas podrían atraer cantidades masivas de atención y ayuda que podían convertirse en capital diplomático y militar.
Surgieron dos tipos de respuestas diferentes:
- Organismos de emergencia: Centradas en el socorro, tendían a ser más respetuosos de los principios de imparcialidad, neutralidad e independencia.
- Agencias de desarrollo: Se sentían más cómodas con la política y estaban más dispuestas a alinearse con los Estados si creían que ello ayudaría a fomentar su interés por el socorro y la justicia social.
La asistencia humanitaria se ha incluido dentro de la lógica de la guerra; salva vidas y protege a civiles pero también tiene efectos negativos: prolonga el conflicto, expone a las poblaciones, favorece la creación de mercados de armas y estimula el crimen. Todos estos efectos se han visto incrementados por la instrumentalización de la ayuda humanitaria por parte de los Gobiernos, que la han incorporado a sus políticas de seguridad como parte de su retórica de contraterrorismo. Los fondos que financian esta estructura humanitaria son ingentes (en 2022 la OCHA estima unos 41.000 M USD) pero la cifra se hace incalculable cuando incluimos la multitud de organismos, fundaciones y particulares que contribuyen económica o físicamente en su acción.
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