Municipalismo libertario

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En el anterior artículo se llegó a vislumbrar el teletrabajo como potencialmente revolucionario en una sociedad en la que está colapsando el sistema capitalista concentrado en megaurbes pobladas por personas trabajadoras cada vez más infelices. Y como signo de ello hablamos del fenómeno de “la gran renuncia”. Hablábamos también de como el trabajo a distancia permite una parcial liberación de los actuales centros de trabajo donde impera la jerarquía y la dominación. El nomadismo y la posibilidad de abandonar la megaurbe que facilita el teletrabajo puede ser la oportunidad para que los libertarios encuentren su asiento en municipios donde poner en práctica las teorías municipalistas. 

Pero, ¿qué es el municipalismo libertario?  Nos valdremos de las ideas del ecoanarquista Murray Bookchin para responder a esta pregunta.

El proceso general de “comunalización” sería un proceso que se expresa en la capacidad de autoorganización colectiva que emana directamente de la propia libertad de los individuos. Más concretamente, el municipio será la unidad de convivencia básica que puede facilitar que ese proceso de comunalización fluya y adopte la forma de democracia directa en asambleas municipales y, yendo más allá, creando un espacio de interacción racional, ética y pública. El municipalismo libertario se construye como política orgánica, es decir, como una política que emerge de la base de una asociación cooperativa humana, dirigiéndose hacia la creación de un auténtico cuerpo político y de formas participativas de ciudadanía.

De una forma más sencilla lo explica Janet Biehl: el lugar de partida del municipalismo libertario es una comunidad de individuos cuyas viviendas están dispuestas en torno a un espacio público (una plaza, un parque, una calle concreta y diferenciada) donde la vida privada se transforma en vida pública. Aquí la gente se encuentra regularmente y “cara a cara”. La proximidad residencial y los problemas e intereses comunes son los que constituyen la vida cívica compartida. Este sería el embrión del ámbito político de la comunidad. Las personas se transforman de individuos aislados a ciudadanos interdependientes y comprometidos con el bienestar común. Crearán instituciones políticas, o transformarán las existentes, que se regirán por la participación comunitaria, recuperando así la capacidad de autoorganización.

De la utopía a la posibilidad real.

El municipio libertario ha sido hasta ahora un lugar prácticamente utópico. Principalmente por la dificultad de tener unos ingresos dignos procedentes del campo o de la artesanía. La pequeña comunidad sólo tiene cabida en el ámbito rural (aunque también pueda desarrollarse en los barrios de las ciudades), donde el principal problema era la sostenibilidad económica. Las posibilidades económicas que ofrece la agricultura y ganadería de subsistencia son escasas. Las necesidades básicas actuales para el desarrollo personal y familiar no se pueden cubrir con un empleo rural a no ser que se posean grandes cantidades de terreno. Sin embargo, el teletrabajo permite unos ingresos procedentes del exterior que harían sostenible la vida en el municipio y que muy pronto empezarían a repercutir en su interior. A estos ingresos habría que añadir las posibilidades de autonomía que se podría alcanzar a nivel alimentario y energético con las consiguientes repercusiones medioambientales. Las posibilidades asociativas surgirían a todos los niveles ayudadas por el aumento de tiempo libre que implica la vida en un pequeño municipio.

Después de una gran crisis económica que comenzó en el 2008, después de una pandemia que comenzó en el 2020 y con el comienzo ahora de una guerra en Europa, se espera una transformación profunda donde cobra más importancia un municipalismo donde la verdadera democracia vuelva a tomar fuerza. Vivimos en una situación de distintas crisis que se solapan y que parecen dirigirse hacia el colapso. Desde el 2008 vemos cómo la desigualdad económica y la pobreza va creciendo haciendo cada vez más evidente “la explotación del hombre por el hombre” (Marx). Desde el 2020 padecemos una pandemia cuya causa se relaciona con la pérdida de biodiversidad haciendo cada vez más evidente el “alcance destructivo del hombre sobre la naturaleza” (Boockchin). Ahora una guerra generada por una potencia nuclear evidencia el poder destructivo que tiene “el hombre sobre el hombre” (Se utiliza el término hombre en el sentido que le da la filosofía, es decir, idéntico al ser humano).

Una eco-comunidad municipal democrática permite un equilibrio con la naturaleza y posibilita la cooperación e igualdad. Y ahora es posible gracias a que la tecnología digital permite la información y el trabajo a distancia. La ecotecnología permite una autonomía mediante energía solar o eólica y aplicable también a la alimentación sana mediante huertos inteligentes y ecológicos. Permite sobre todo recuperar la libertad política, que es la libertad para poder decidir sin delegar en nadie el rumbo de nuestro destino en comunidad.Puede parecer que esto sería para unos pocos, solo para los trabajos que puedan admitir el teletrabajo y solo para aquellos que opten por lo rural. Pero se trataría de algo mucho más amplio (Por ejemplo: jubilados compran una aldea), donde todas las personas ganarían, sería una oportunidad para que los trabajadores y trabajadoras volvieran a tomar conciencia de clase y recuperasen la solidaridad y la capacidad de transformar la sociedad; un éxodo a lo rural supondría un semivaciamiento de lo urbano que haría las ciudades más habitables y saludables, donde también habría más posibilidades de crear espacios de participación política en los barrios. El crecimiento en población de los pequeños municipios rurales también generaría nuevos puestos de trabajo por la necesidad de servicios. El desarrollo más detallado de estas posibilidades lo dejamos para otro artículo. Continuará.

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