Los festivales de música también son territorio de especulación: del Viña Rock a la ocupación de Palestina

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Hoy, mientras millones de personas sintonizan sus televisores para seguir una nueva edición del “apolítico” festival de Eurovisión, Israel podría coronarse como ganadora pese al genocidio que continúa perpetrando en Gaza. Las protestas en las calles, los abucheos a su representante, las presiones internacionales y el rechazo de cientos de artistas no han impedido que este evento sirva una vez más de plataforma de blanqueo para un estado que vulnera sistemáticamente los derechos humanos.

La música, sin embargo, también resiste y planta cara. En las últimas semanas hemos visto cómo decenas de artistas han abandonado festivales como Viña Rock, organizados por promotoras que hoy están controladas por el fondo de inversión KKR, implicado directamente en negocios en los territorios ocupados de Palestina y en colaboraciones con empresas vinculadas al ejército israelí. Bandas como Reincidentes, Fermin Muguruza, Dakidarria, Porretas, Los de Marras, Sons of Aguirre, No Konforme o Kaos Urbano han rechazado actuar en estos eventos mientras estén financiados por capital que sostiene el apartheid.

No es una anécdota. Es parte de una estructura global de concentración del capital en el ámbito cultural. Fondos como Providence o KKR han adquirido, a través de empresas como Superstruct, la propiedad de más de 80 macrofestivales en Europa, incluyendo el Resurrection Fest, Sónar, Arenal Sound, FIB, Madrid Salvaje o Brava Madrid. Espacios que alguna vez tuvieron un carácter popular o reivindicativo hoy funcionan como activos financieros, controlados por fondos que se lucran también con la guerra, la especulación inmobiliaria y el despojo.

Desde CGT Metal Madrid denunciamos este proceso de monopolización cultural y despolitización del ocio, en el que lo que antes era un espacio popular se convierte en una máquina de enriquecimiento para fondos vinculados a intereses contrarios a los derechos humanos. Pero esto no es nuevo. Hace 13 años el grupo musical Los Muertos de Cristo, interrumpiendo su concierto, se hicieron pioneros en la denuncia de la situación de precariedad laboral -horas no pagadas, instalaciones precarias, normativas de seguridad laboral ausentes- a la que se enfrentan los y las trabajadoras de macrofestivales como el Viña Rock, así como las bandas emergentes que acuden a ellos. Otro capítulo que merece especial mención es el uso de neonazis como miembros de seguridad. Frente a ello, defendemos una cultura libre, crítica y accesible, al margen de la lógica del capital.

Es necesario que como clase trabajadora tomemos conciencia de que el ocio también es un terreno de disputa, y que tras cada entrada vendida puede haber una operación financiera opaca, una privatización de lo común o incluso el sostén económico de políticas de apartheid.

Reivindicamos la cultura como herramienta de transformación, no como mercancía.
 Por unos festivales populares, autogestionados y libres de sangre.

Reivindicamos y apoyamos a todas las bandas y artistas que, desde la coherencia, han renunciado a participar en estos eventos. Valoramos también la iniciativa de festivales solidarios como los de Palencia, que esta semana lanzaron una campaña de apoyo a Palestina, recordándonos que la cultura también es trinchera y compromiso.

Hoy, más que nunca, la música no debe callar.
Ni Viña Rock, ni Eurovisión: no en nuestro nombre. Palestina libre.


Secretariado permanente de CGT Metal Madrid

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