El derecho a la pereza- Paul Lafargue
- Autor: Paul Lafargue
- Editorial: epublibre (epub)
- Fecha: 1880
- Páginas: 36
Lafargue ya a finales del siglo XIX nos da las claves de lo que iba a ser el futuro del capitalismo, el dogma del trabajo. Este pequeño texto expone el efecto de este dogma sobre la sobreproducción y su relación con la mecanización. También identifica el como posible solución la reivindicación del derecho a la pereza y prohibir el trabajo.
Lafargue ya en el prólogo nos indica la función de la moral del trabajo “La moral capitalista, lastimosa parodia de la moral cristiana, anatemiza la carne del trabajador; su ideal es reducir al productor al mínimo de las necesidades, suprimir sus placeres y sus pasiones y condenarlo al rol de máquina que produce trabajo sin tregua ni piedad.”
Ya en el siglo XIX ve que el dogma del trabajo es una locura pues “el trabajo es la causa de toda degeneración intelectual, de toda deformación orgánica.” Considera que la pasión por el trabajo es consecuencia de que el proletariado abandonó sus instintos y “todas las miserias individuales y sociales nacieron de su pasión por el trabajo.” Considera como una vergüenza proclamar como principio revolucionaría el derecho al trabajo.
Observa que “Trabajen, trabajen, proletarios, para aumentar la riqueza social y sus miserias individuales; trabajen, trabajen, para que, volviéndose más pobres, tengan más razones para trabajar y ser miserables. Tal es la ley inexorable de la producción capitalista. … los proletarios se han entregado en cuerpo y alma al vicio del trabajo, precipitando así a toda la sociedad en las crisis industriales de sobreproducción que convulsionan el organismo social.”
Afirma que “el proletariado debe aplastar con sus pies los prejuicios de la moral cristiana, económica y librepensadora; debe retornar a sus instintos naturales, proclamar los Derechos de la Pereza, mil veces más nobles y más sagrados que los tísicos Derechos del . Hombre”. “Hay que debilitar la pasión extravagante de los obreros por el trabajo y obligarlos a consumir las mercancías que producen.” “A medida que la máquina se perfecciona y quita el trabajo del hombre con una rapidez y una precisión constantemente crecientes, el obrero, en vez de prolongar su descanso en la misma proporción, redobla su actividad, como si quisiera rivalizar con la máquina. ¡Qué competencia absurda y mortal!”